jueves, 31 de diciembre de 2015

CERRANDO PUERTAS AL 2015

Para iniciar este post, les voy a contar una historia sobre el señor Xiang Yu, dicha historia fue extraída de una adaptación del libro “Las trampas del Deseo” de Dan Ariely.

“En el año 210 a.C. un general chino llamado Xiang Yu condujo sus tropas al otro lado del río Yangtzé para atacar al ejército de la dinastía Qin. Tras detenerse a orillas del río para pasar la noche, sus soldados se despertaron a la mañana siguiente para descubrir, horrorizados, que sus barcos estaban ardiendo. Se dispusieron a salir corriendo para huir de sus atacantes, pero no tardaron en descubrir que había sido el propio general Yu quien había prendido fuego a las naves, y que además había ordenado romper todas las cazuelas.

Xiang Yu explicó a sus tropas que, sin las cazuelas y sin los barcos, no tenían otra opción que luchar hasta la victoria o perecer. No es que aquello le valiera precisamente un lugar en la lista de generales preferidos del ejército chino, pero sí logró ejercer un tremendo efecto de concentración en sus soldados: cogiendo sus lanzas y sus arcos, cargaron ferozmente contra el enemigo y ganaron nueve batallas consecutivas, eliminando completamente a las principales unidades de las fuerzas de la dinastía Qin”.

La historia de Xiang Yu es notable porque representa la antítesis absoluta del comportamiento humano común y corriente. Normalmente no podemos soportar la idea de cerrar las puertas a nuestras alternativas. En otras palabras: gran mayoría de nosotros, en haber estado en la unidad de Xiang Yu, habríamos destinado una parte de nuestras fuerzas a vigilar los barcos por si acaso nos hicieran falta para una posible retirada, y habríamos puesto a otro grupo a cocinar alimentos por si el ejército necesitaba permanecer inmóvil durante unas semanas. Asimismo, habríamos dado instrucciones a otro grupo de que machacaran arroz para preparar rollos de papel por si acaso se necesitaban para firmar los términos de la rendición de los poderosos Qin (lo que de entrada resultaba altamente improbable).

En el contexto del mundo actual, trabajamos igual de febril para mantener abiertas todas nuestras opciones. Compramos un gran sistema informático ampliable, como dos laptop, un IPad, la última versión de IPhone y Samsung, por si acaso lo necesitáramos. Contratamos la ampliación de canales de televisión por cable, por si un día podamos ver una gran variedad de programas. Abrimos cuentas en todos los bancos que pueden existir en el país por si alguno nos otorga mejor tasa de interés.

Inscribimos a nuestros hijos en todas las actividades imaginables, tal como; la gimnasia, el piano, el futbol, el béisbol,  el italiano, el francés, la pintura, el teatro, el kung fu, etc. Todo eso, por si acaso una de ellas pudiera despertar su interés.

Puede que no seamos siempre conscientes de ello, pero en todos los casos renunciamos a algo, a cambio de tener esas opciones abiertas.

Corriendo de aquí para allá entre cosas que podrían ser importantes, nos olvidamos de dedicar el tiempo suficiente a lo que ciertamente lo es. Es una necedad, pero una necedad en la que somos extremadamente expertos.

Mantener todas las puertas abiertas no es una manera eficiente de vivir nuestra vida, especialmente cuando cada semana se nos añaden una o dos puertas más.

Aunque todavía es más extraña nuestra compulsión de perseguir puertas de escaso valor: oportunidades que prácticamente están finiquitadas, o que deberían resultar ya de escaso interés para nosotros.

En nuestra sociedad actual, constantemente se nos recuerda que podemos hacer todos lo que queramos y ser todo lo que deseemos. El único problema es estar a la altura de ese sueño. Debemos evolucionar de todas las maneras posibles; debemos experimentar todos los aspectos de la vida; debemos asegurarnos de que, de las mil cosas que uno tiene que ver antes de morir, nosotros no vayamos a quedarnos en la 999. Pero aquí surge una cuestión: ¿no estamos queriendo abarcar más de la cuenta?

¿Qué podemos hacer al respecto? Lo que necesitamos es empezar a cerrar conscientemente algunas de nuestras puertas. Las puertas pequeñas resultan bastante fáciles de cerrar. Por ejemplo, borrar nombres de nuestra agenda telefónica, deshacerse de la ropa que ya no usas, limpiar la biblioteca y regalar libros que ya leíste, eliminarle por lo menos dos actividades de tu hijo (a) y otras cosas que te parezcan inútil. Pero las puertas más grandes (o las que parecen serlo) son más difíciles de cerrar. Puede que nos cueste especialmente cerrar puertas que podrían llevar a una nueva trayectoria profesional o un puesto de trabajo mejor; también las que se hallan ligadas a nuestros sueños; y lo mismo ocurre con las relaciones con determinadas personas.

¡Reflexiona!, dedica tiempo a “dejar”, a aceptar los cambios en tu vida. Vacía tus cargas y deja hueco para lo nuevo que está por llegar.

Las personas cambian, evolucionan, aprenden de los errores y cada tiempo nuevo que tienes por delante, es una oportunidad para tu desarrollo, para quien quieras ser y no necesariamente quien fuiste ayer.

Anota en tus apuntes, ¿Qué puertas vas a cerrar para fin del 2015?

¡Comencemos a tener una vida plena! FELIZ AÑO 2016

Descifra el éxito!

Se les quiere,
Miguelangel.

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